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  • Foto del escritor: Proyecto Casa Fabiola
    Proyecto Casa Fabiola
  • 25 may 2021
  • 2 Min. de lectura

La colección Bellver que alberga la Casa Fabiola cuenta con una pequeña colección de curiosos relojes que se compone por un total de 13 piezas.


Proyecto Casa Fabiola. Colección de relojes

Estos objetos fueron adquiridos por el propio Mariano Bellver sin ningún tipo de requisito estilístico, tan solo por el propio gusto del coleccionista, aunque sí deben cumplir una característica: deben ser relojes con un sistema de engranaje suizo.


Esto se debe a que los relojes suizos se convierten en los más precisos en marcar la hora, pero ya que estos no son los únicos relojes que existen se deben diferenciar de alguna manera, ¿sabrías como? La forma visual en la que podemos identificar que un reloj tiene un mecanismo suizo se debe a que su número cuatro, que está escrito en números romanos, no lo hace de la manera convencional, sino que se va a escribir de una forma característica: IIII. De esta forma podemos verificar que un reloj presenta un mecanismo de precisión suiza sin tener que ver el engranaje.




Esta colección compuesta por 13 relojes, va a variar en su forma estilística, se tiene un reloj de péndulo, de un claro estilo londinense, el cual, al dar sus horas tiene el mismo sonido que el Big Ben, por otro lado, tenemos relojes de cuco y los de sistema simple para marcar la hora. Además su procedencia es también muy variada, no solo existiendo en la colección este claro ejemplar inglés, si no que existen otros que son italianos o franceses, así como los que presentan una decoración “rococó”.


Nos llama la atención, que en el salón de baile nos encontramos con un reloj que no es de mecanismo suizo, dado que vemos que no tiene el característico IIII que los identifica. La existencia de este ejemplar dentro de la colección posiblemente tuviese un motivo específico, el cual desconocemos.


Como curiosidad hay que marcar que todos los relojes tienen marcada la misma hora, 10.50, debido a que esta sería la hora a la que falleció Mariano Bellver, dándose así un homenaje permanente a su persona dentro de su colección personal de relojes.



Por: María Jesús Andújar Varo


 
 
 
  • Foto del escritor: Proyecto Casa Fabiola
    Proyecto Casa Fabiola
  • 13 may 2021
  • 6 Min. de lectura

La colección Bellver, colección que se expone en la Casa Fabiola, fue donada por Mariano Bellver Utrera, nieto de Ricardo Bellver y Ramón, escultor que decoró la portada principal de la Catedral de Sevilla.


Los Bellver fueron una familia levantina de escultores de cierta relevancia, algunos de los cuales llegaron a obtener un considerable éxito y prestigio. Se podría decir que, además de artistas, los Bellver también fueron artesanos, ya que, desde muy jóvenes, tuvieron que compatibilizar una formación académica de calidad fundamentada en el neoclasicismo con el aprendizaje en talleres, llegando, la mayoría de ellos, a crear talleres propios dedicados, principalmente, a la imaginería religiosa.




La relación de esta familia con las Bellas Artes comienza a finales del S. XVIII con Pedro Bellver y Llop (1767-1825), quien inicia su formación en el taller de Francisco Sanchiz, maestro que llegaría a convertirse, poco tiempo después, en académico y profesor de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. De su mano complementaría Pedro Bellver su formación en dicha institución, saliendo con un brillante expediente académico. En 1794, ingresa como monje lego en el Monasterio de San Miguel de los Reyes de Valencia, donde trabaja como escultor hasta 1806, momento en que se hace trapense terminando en Córdoba, bajo las órdenes del obispo Pedro Antonio Trevilla (1755-1832). Finalmente, regresa a Valencia, donde se dedica a los encargos escultóricos y trabajos arquitectónicos que se le encomiendan hasta su muerte. La mayor parte de la producción escultórica de Pedro Bellver y Llop se encuentra perdida.


San José con el Niño dormido (1808-1816). Pedro Bellver y Llop. Santuario Nuestra Señora de Linares, Córdoba. Fuente: http://virgendelinares.com

San José con el Niño dormido (1808-1816). Pedro Bellver y Llop. Santuario Nuestra Señora de Linares, Córdoba. Fuente: http://virgendelinares.com


Sin embargo, el verdadero iniciador de la saga fue su hermano Francisco Bellver y Llop (1781-¿?), ya que se empeñó en que sus tres hijos, Francisco, Mariano y José Bellver y Collazos, se dedicaran a la escultura. Al igual que Pedro, Francisco Bellver y Llop comienza compatibilizando su formación en el taller, esta vez con el maestro José Cotanda, de quien aprenderá la técnica del estuco, con la formación en la Academia de San Carlos, donde se matricula en 1790. Con 18 años, se traslada a Madrid, continuando sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Desafortunadamente, la producción de Francisco Bellver y Llop se encuentra desaparecida en su totalidad, pero, gracias a las fuentes documentales, sabemos que interviene en algunas de las obras del Palacio Real y en la decoración de la Casa del Labrador de Aranjuez bajo las órdenes de José Ginés, en ese momento escultor de cámara de la Casa Real.


Galería de las Estatuas de la Casa del Labrador, Aranjuez. Decoración de J. Ginés y Francisco Bellver y Llop. Fuente: www.foroxebar.com

Galería de las Estatuas de la Casa del Labrador, Aranjuez. Decoración de J. Ginés y Francisco Bellver y Llop. Fuente: www.foroxebar.com



Desde este momento, la relación de los Bellver con la institución fernandina y con la ciudad de Madrid será protagonista de sus biografías.


Francisco Bellver y Collazos (1812-1890), se inició en la escultura con su padre, de quien heredó la influencia de la escuela valenciana. Siendo aún adolescente, comienza a trabajar en el taller de Valentín Urbano y, en 1826, se matricula en la Academia de San Fernando. En poco tiempo se convierte en un escultor de prestigio, con numerosos encargos públicos y privados hasta que, en 1843, siendo ya, además, un profesor reconocido, consigue el puesto de académico de número en la institución fernandina. A partir de entonces, compatibiliza su labor académica con el trabajo en su propio taller y con la docencia en la Cátedra de Modelado en la Escuela Central de Artes y Oficios, donde imparte clases a la mayoría de escultores más destacados de finales del siglo XIX y principios del XX. En cuanto a su producción, hay que señalar que, en la década de los cuarenta combinó las obras neoclásicas, como su colaboración con Ponciano Ponzano en el sepulcro de la infanta Luisa Carlota (Panteón de Infantes de El Escorial), con los encargos de imaginería religiosa que llegaban al taller, encargos que aumentaron enormemente durante la siguiente década, dejando relegadas las obras profanas. Utilizó diferentes técnicas y materiales, como el esculpido de piedra y mármol, la talla de madera o el modelado de piezas para ser vaciadas o fundidas.


Virgen de las Angustias, Francisco Bellver Collazos. Hermandad Cofradía Paso Blanco de Huércal-Overa, Almería. Fuente: Ricardo Bellver y Ramón. Su obra escultórica: un estudio historiográfico y documental (2011), Alejandra Hernández Clemente.

Virgen de las Angustias, Francisco Bellver Collazos. Hermandad Cofradía Paso Blanco de Huércal-Overa, Almería. Fuente: Ricardo Bellver y Ramón. Su obra escultórica: un estudio historiográfico y documental (2011), Alejandra Hernández Clemente.



Mariano Bellver y Collazos (1817-1876), tuvo una formación prácticamente pareja a la de su hermano Francisco, ya que se inició en la escultura con su padre y se formó en la Academia de San Fernando entre 1832 y 1840 con los mismos profesores, Valeriano Salvatierra (1789-1836) y José Tomás y Genevés (¿1875?-1848), primer y segundo escultor de cámara respectivamente. De los tres hermanos, fue el único en no conseguir un sillón en la academia, sin embargo, sí consiguió ser escultor honorífico de cámara de Isabel II, realizando tallas para la Casa Real que, hoy en día, se conservan en el Palacio Real. También tuvo su propio taller en Madrid, que heredó su hijo Mariano Bellver Íñigo. La gran mayoría de su producción es de tema religioso: tallas para conventos, iglesias o cofradías de Madrid, Guadalajara, Burgos, Zamora, Santander, Guipuzcoa… Estos trabajos eran muy apreciados.


Nuestra Señora del Buen Ruego pidiendo a Dios por las almas del Purgatorio (en torno a 1865), Mariano Bellver y Collazos. Iglesia de San Jerónimo el Real Monasterio de los Jerónimos (Madrid). Fuente: Ricardo Bellver y Ramón. Su obra escultórica: un estudio historiográfico y documental (2011), Alejandra Hernández Clemente.

Nuestra Señora del Buen Ruego pidiendo a Dios por las almas del Purgatorio (en torno a 1865), Mariano Bellver y Collazos. Iglesia de San Jerónimo el Real Monasterio de los Jerónimos (Madrid). Fuente: Ricardo Bellver y Ramón. Su obra escultórica: un estudio historiográfico y documental (2011), Alejandra Hernández Clemente.



José Bellver y Collazos (1824-1869) fue, de los tres hermanos, el de mayor calidad artística y el más internacional, debido a que, tras su formación en la academia fernandina, también con José Tomás, gana, en 1853, la pensión de la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Posteriormente, vuelve a Madrid, donde recibe diferentes premios en las exposiciones nacionales y numerosos encargos público y privados, convirtiéndose en un escultor consagrado. En 1868, es elegido académico de número de la Academia de San Fernando, cargo que no consigue ocupar debido a su prematuro fallecimiento con 45 años. En su producción se puede apreciar, por un lado, un estilo marcado por su formación academicista y su formación en Roma, reflejada en la influencia de Miguel Ángel y, por otro lado, un estilo propio y personal, características que heredará su sobrino Ricardo.


Retablo de las Descalzas Reales (1863), José Bellver y Collazos y Ricardo Bellver y Ramón. Iglesia del Monasterio de las Descalzas Reales (Madrid). Fuente: https://espanarusa.com/es/hedonist/ad/hedonist/categories/Soul/monasteries/495914

Retablo de las Descalzas Reales (1863), José Bellver y Collazos y Ricardo Bellver y Ramón. Iglesia del Monasterio de las Descalzas Reales (Madrid). Fuente: https://espanarusa.com/es/hedonist/ad/hedonist/categories/Soul/monasteries/495914



Aunque, como podemos ver, los tres hermanos alcanzaron prestigio y renombre, cada uno a su medida, fue un miembro de la siguiente generación, Ricardo Bellver y Ramón (1845-1924, hijo de Francisco Bellver y Collazos), quien llevó a la familia al máximo éxito artístico, al convertirse en uno de los escultores más importantes de la segunda mitad del siglo XIX español.


Ricardo Bellver tuvo una formación académica de gran calidad, gracias a la estabilidad económica que a la familia aseguró su padre. A ello, había que añadir sus excelentes cualidades y su carácter trabajador y perfeccionista, aspectos, todos ellos, que propiciaron un ascenso constante en su carrera desde que se matriculara, en 1860, en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de la Academia de San Fernando, de la que sale con un magnífico expediente. También colabora en algunas obras con su tío José, como sucede en el retablo del Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. En 1874 y por oposición, consigue la pensión de número para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes en Roma durante cuatro años. Una de sus obras más destacadas de esta época y de su producción es El Ángel Caído (actualmente situada en el Parque del Retiro), que presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1878), obteniendo la Medalla de Primera Clase. Podemos encontrar una réplica de este trabajo en el espléndido patio de la Casa Fabiola.


 Ángel caído (), Ricardo Bellver y Ramón. Parque del Retiro (Madrid). Fuente: Ricardo Bellver y Ramón. Su obra escultórica: un estudio historiográfico y documental (2011), Alejandra Hernández Clemente.

Ángel caído (), Ricardo Bellver y Ramón. Parque del Retiro (Madrid). Fuente: Ricardo Bellver y Ramón. Su obra escultórica: un estudio historiográfico y documental (2011), Alejandra Hernández Clemente.



De entre sus encargos religiosos, uno de los más importantes fue la decoración escultórica de la Portada de la Asunción de la Catedral de Sevilla (1882-1889). Para ello, Ricardo Bellver realiza un altorelieve situado en el tímpano, en el que se muestra la escena de la Asunción y Coronación de la Virgen, y 39 esculturas dedicadas a santos y apóstoles, situados en las arquivoltas y los contrafuertes. Además de este trabajo, Ricardo Bellver también realizó otra obra de gran calidad que podemos admirar en la Catedral de Sevilla, el Sepulcro del Cardenal Luís de la Lastra y Cuesta (1880).


Tras la obra de la portada consigue el puesto de académico de número en la academia fernandina, leyendo un discurso de entrada dedicado a Miguel Ángel. Desde este momento hasta su fallecimiento, al igual que su padre, compatibiliza su labor académica con el trabajo en su estudio de escultura y con la docencia, concretamente con el cargo de ayudante numerario de Modelado y Vaciado de la Escuela Central de Artes y Oficios (donde obtendría la plaza de profesor numerario en 1891) y de director de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. A la extensa producción conocida de Ricardo Bellver habría que sumar una gran cantidad de obras que se encuentran perdidas y de las que tenemos constancia, únicamente, por referencias documentales.



Por: Sara Martínez Clemente



BIBLIOGRAFÍA

  • Álvarez Kahle, Xana/Guerrero Serrano, Teresa (2008): “La obra del escultor Ricardo Bellver”. En: Bellas Artes, 6, pp. 199-221.

  • Hernández Clemente, Alejandra (2011): Ricardo Bellver y Ramón. Su obra escultórica: un estudio historiográfico y documental (tesis doctoral). Universidad de Universidad Complutense de Madrid.

  • García Hernández, José Antonio (1990): “La decoración escultórica de la Portada Principal de la Catedral de Sevilla (1882-1899)”. En: Laboratorio de arte, n. 3, pp. 221-241.

 
 
 
  • Foto del escritor: Proyecto Casa Fabiola
    Proyecto Casa Fabiola
  • 13 may 2021
  • 2 Min. de lectura




La pintura costumbrista en Andalucía y su vínculo con el Romanticismo europeo partió de la búsqueda de una producción pictórica con personalidad local ante las circunstancias de finales del primer tercio del Siglo XIX, la mentalidad romántica que venía ya manifestándose proclamando y afirmando el carácter propio de cada pueblo determinado por su singularidad histórica le dio fuerza y significado a las escenas y tipologías representadas en el marco de realidades concretas y distintas. El hincapié en la realidad temporal del ser concreto e individual de un pueblo o nación y el individuo definido en relación con el grupo y la sociedad específica a la que pertenecía, fue el insumo visual del costumbrismo andaluz que, como región española conservaba sus particulares rasgos históricos islámicos y castellanos con el carácter de su gente y sus costumbres llenas de personalidad distintiva.


Entre los libros, ilustraciones y posteriores reproducciones en grabados de los relatos y visiones de viajeros por Andalucía se configuró el paisaje gráfico de sus ciudades y sus enclaves pintorescos de pueblos y costumbres, la naciente imagen de lugares como Sevilla y Granada fueron puntos de referencia para la inicial representación de sus construcciones arquitectónicas como catedrales, castillos o mezquitas, y los ambientes populares que evidenciaban la esencia de lo tradicional y auténtico que ya se le escapaba a las clases más pudientes y refinadas por sus diversos contactos y asimilaciones culturales.


Sevilla entonces, por su abundante producción pictórica se convirtió en un circuito de pintores y mecenas que impuso en la nueva clientela burguesa un gusto por la temática costumbrista siendo el epicentro de esta escuela. Cabe resaltar que, gran parte de dicho mercado artístico fue auspiciado por el mecenazgo de los duques de Montpensier quienes instalados como segunda corte luego de los sucesos de 1848 mostraron un progresismo en el campo económico y tecnológico, pero con un claro interés en la defensa de los valores tradicionales de “lo español”.

Así, a partir de la década de los años treinta y hasta aproximadamente 1868 el costumbrismo pictórico tuvo su pleno florecimiento, nutriendo a las temáticas y tipologías iniciales de lo popular, autóctono y espontáneo, representaciones de gusto burgués como la exaltación de la propiedad rural, la religiosidad y su manifestación en procesiones y obras de caridad, festividades y celebraciones ciudadanas, e incluso escenas cotidianas que daban cuenta del estatus social de dicha clientela. En suma, la diversificación de los temas pictóricos mostró un movimiento artístico que pretendía reflejar una sociedad con matices y sin tensiones que abarcaba los distintos sectores socio-económicos de la época.



Por: Lorena Franco López

 
 
 
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